19 noviembre 2007

¡¡¡VANIDAD!!!

“No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan...” (Eclesiastés 2: 10)

Cómo te suena la idea de que fueses tu, quien pudiera testificar de su propia vida, las frases siguientes: “Amontoné... plata y oro... gocé de los placeres de los hijos de los hombres... Fui engrandecido y prosperé más que todos cuantos fueron antes de mí en Jerusalén... No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan... Miré luego todas las obras de mis manos...; y he aquí, todo es vanidad...” (Eclesiastés 2: 8 - 11).

Comida deliciosa, sexo maravilloso, fama mundial, increíbles riquezas, poder ilimitado; Salomón consiguió todo esto...
Luego, el mismo Salomón confesó que este tipo de vida, resultó ser totalmente vacía.

¿Por qué será que los “tesoros terrenales” bellos a la vista, no llenan nuestra vida?
¿Por qué seguimos tan frustrados, aunque poseamos más de lo mínimo necesario para vivir?

En parte, nuestra frustración viene desde la omnisciencia de Dios...
Él sabía que después de la caída, intentaríamos adorar a otros dioses y que nos entregaríamos a la búsqueda de cosas que no llenan el ser espiritual del hombre...

De manera que el Señor decidió que una de las consecuencias de la caída sería que ninguna cosa material terrenal, nos proporcionaría verdadero gozo y contentamiento.

Nuestro Señor sabía que NO encontraríamos infinita satisfacción en cosas finitas.
Así que la frustración es un regalo proveniente de la mano de Dios, quien conoció desde la eternidad nuestra condición pecaminosa. De otra manera desperdiciaríamos nuestras vidas acumulando cosas terrenales que no valen nada.

Jesús dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6: 33).

Cuando profundizas tu relación personal con el Señor, sólo entonces tu tienes todo lo que realmente necesitas, lo material vendrá como resultado de la búsqueda incesante del Reino de Dios y su justicia.

La verdad es que desde que salimos contaminados del huerto del Edén, nos hemos sentido insatisfechos.
La vida no es la misma sin aquellos paseos y conversaciones con Dios, ¿verdad?

Por este motivo, San Agustín, después de llevar una vida de placeres pecaminosos, “volvió su corazón hacia su verdadero hogar”.

San Agustín, en vida, declaró ante el Señor: “Tú nos has hecho para ti, y nuestros corazones no descansarán hasta que encuentren reposo en ti”.

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